miércoles, 2 de febrero de 2011

El hombre que robó los calzones de la reina Victoria

Aunque pareciera que el acoso a las celebridades es una práctica moderna, un joven intruso en el siglo XIX siglo irrumpió tres veces en el Palacio de Buckingham, se sentó en el trono de la Reina Victoria, durmió en una de las camas de su servidumbre y hasta le robó un par de voluminosos calzones de seda.
Edward Jones tenía 14 años en 1838 cuando se escabulló primera vez en el palacio, donde residen oficialmente los monarcas británicos. Logró acceder a las recámaras de la reina y se hizo conocido por la policía del Londres victoriano como "Boy Jones".
"Si hubiera entrado en mi dormitorio, qué susto me habría dado", escribió la Reina Victoria en su diario después de que el niño fuera sacado de debajo de un sofá de su camerino.
Jones fue capturado con la ropa íntima de la monarca bajo los pantalones.
La historia del que probablemente haya sido el primer acosador de celebridades es narrada por primera vez en el libro
"La Reina Victoria y el acosador".
Sus andanzas fueron reconstruidas a través de los periódicos de la época por Jan Bondeson, profesor de la Universidad de Cardiff, que durante cinco años investigó la historia de este muchacho fascinado con la familia real.
Bondeson, que vive en Newport (Gales), dijo que "Edward Jones era un personaje muy extraño y, excepto la Reina Victoria, nunca estuvo interesado en las mujeres. 

"Era un personaje muy solitario, pero no era esquizofrénico o clasificable de loco, sino sólo extraño. 

"Era muy feo, de boca ancha y frente pequeña, y nunca se lavaba", relató el profesor.

A Australia

"Fue condenado a tres meses de cárcel por pícaro y vagabundo pero siguió acechando a la Reina, por lo que el gobierno decidió deshacerse de él", añade Bondeson.
"Por eso lo secuestraron y lo enviaron en un barco a Brasil, pero regresó, por lo que fue secuestrado de nuevo y encarcelado en un barco durante seis años".
Jones se volvió alcohólico después de su liberación y luego se hizo ladrón.
Fue deportado a Australia, donde vendió pasteles, pero regresó a Gran Bretaña.
Según descubrió Bondeson, su hermano lo convenció para regresar a Australia, donde se convirtió en el pregonero de la ciudad de Perth.
"Estaba muy molesto de que siempre se lo reconociera como el acosador de la Reina y se sentía agobiado por los chistes, incluso en Australia", dijo.

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